22 de Marzo de 2013

En el cierre de la temporada 2012-2013, el sábado 16 de marzo se nadó en Paraná la carrera de 7,5 km, en una tarde que no llegaba a los 20° pero que el sol acompañó siempre de frente a los nadadores, dando calor aunque dificultando la visión.

 

 imagen Por Marcela Visconti | ver perfil
Swimmers 

Una nueva edición de la previa de 7,5 km de la carrera principal Villa Urquiza-Paraná comenzaba a media mañana de un sábado soleado y fresco con la acreditación correspondiente. Unas horas más tarde, alrededor de las 15 hs., apenas poco más de 40 nadadores de todas las edades llegamos a la playa del Club Estudiantes, sede de la organización del evento, para cumplir con los últimos requisitos previos a la carrera. Nos pintaron el número de rigor en ambos brazos y, ya con antiparras y gorro en mano y sin ojotas en los pies, nos dirigimos hacia los micros que nos llevarían a la largada, río arriba. Antes de subir al vehículo, un chico de la organización se ocupó de resaltarnos el número en los brazos (“se despintaron” –dijo-) con ¿tinta china? o ¿de sellos? con un trazo indeleble que tardó días en borrarse (aunque hubo quien aceleró la operación con quitaesmalte, según me consta).

Llegamos a las proximidades de la largada y tuvimos que descender unos 150 ms. por un camino que desembocaba en una linda playita, donde pasaríamos apenas un rato, hasta unos 10 minutos antes de las 5 de la tarde en que sonó el estruendo del cañón marcando el inicio de la carrera que nos llevó a zambullirnos y a comenzar a patalear y bracear rumbo a la meta. Pasado el primer contacto, el agua tenía una temperatura amigable, ni frío ni calor, que incitaba a doblar la apuesta. El río Paraná es ancho, anchísimo, y a esa hora el sol, que comienza a descender hacia la línea del horizonte que está de frente, impide cualquier visión de conjunto dificultando la orientación acerca de qué dirección conviene seguir. Uno nada sin saber muy bien hacia dónde - esa es la sensación. Ser parte de un pelotón o, al menos, tener una gorra que sirva de referencia es realmente un lujo que a no todos les toca en una carrera con tan pocos nadadores.
Entrando en el tramo final –los últimos 2 km desde la playa Thompson hasta la llegada- hay que saber tomar la vía derecha y evitar los remansos (el nombre de la cantina del Rowing Club ubicada en el medio del trayecto, a la que fuimos a cenar más de una vez, “El remanso”, era una advertencia directa que, por desgracia, pasé por alto) para que el esfuerzo final de acelerar, con el cansancio a cuestas, tenga su rédito y lleve quizás a ganar alguna posición. Algo que a mí no me pasó… por el contrario, desde la vía izquierda del río veía como un pelotón de 3 o 4 nadadores me iba pasando y entraba al camino marcado por las boyas que señalizaban la llegada.

Una vez que estás ahí, sólo queda llegar, tocar el pontón y salir a esa playita de río y arena donde está la hidratación con gajos de naranja y agua saborizada y los compañeros te esperan con fotos y abrazos, puro ánimo y felicitaciones, a la espera de los detalles de lo que nadie nunca entenderá cómo se puede hablar tanto y seguir hablando, pasada la tarde, en la comida nocturna, durante el mate del día siguiente y el del auto de regreso a Buenos Aires, en la vuelta a entrenar en la pileta con los compañeros que no viajaron y más aún, pasado el tiempo, a partir del recuerdo y la fórmula de rigor “¿te acordás ese año en Paraná…?”

Un rato después ya se anuncia la entrega de premios que favoreció a gran parte de los participantes con primer, segundo y tercer puesto en las distintas categorías. Muchos podios y festejos para todos. Y luego, a irse y empezar a prepararse para ir en el bote al día siguiente en la flamante carrera que recorre los 21 km que separa Villa Urquiza del centro de Paraná.

¡Hermosa carrera! ¡Hermoso lugar! ¡Hay que volver!

Bookmark and Share

Te gustó? Voto Positivo
  Voto Negativo