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Por Victoria Bredeston | ver perfil
Doce horas en colectivo de ida y otras tantas de vuelta por una carrera, ¿o por una amistad?
Salomónicamente por ambas. Sí, porque si no tuviera a mi incondicional amiga - y en esta oportunidad fotógrafa - viviendo allá, no creo que el esfuerzo se podría justificar.
Pero las cosas son así y una sólida amistad de años me permitió volver a lanzarme a las aguas del Río Negro. ¡¡¡Qué río maravilloso!!! Ese color verde esmeralda oscuro, bien oscuro y esa frescura que se adivina con sólo verlo, tienta, invita, seduce a dar el chapuzón.
Pero no todo es placer en la vida de un nadador. La carrera se programó para las 10:30 hs y como esta vez, la largada sería desde la Costa de Carmen de Patagones antes del puente nuevo, había que estar a las 9:00 hs si uno necesitaba que lo llevasen. Para mí, un sacrificio extremo estar lúcida a esa hora de la mañana. Pero me sobrepuse.
Hay que considerar que el río, ya casi en la desembocadura, es afectado por el régimen de las mareas y por eso la hora. Se buscó que cuando estuviéramos nadando, el río estuviera en plena baja, así iríamos “como trompadas” dijo Mario, uno de los organizadores -“de locos”- le falto agregar a la idea.
La “Puente a Puente” es una más de una serie de pruebas deportivas y eventos que tienen lugar a lo largo del fin de semana; y motivo por el cual la ciudad de Viedma se llena de foráneos - muchos extranjeros que son el comentario de los lugareños y que vienen a la prueba de 10 km del circuito mundial de aguas abiertas FINA. Era una gran conmoción: llegó gente de Hungría, Alemania, Brasil, Venezuela y Francia. La organización fue impecable y los organizadores fueron muy cálidos: verdaderamente muy meritorio el trabajo que hacen.
Hubo dos cosas que me llamaron la atención en esta carrera: el chip que nos dieron para registrar el tiempo - que efectivamente era eso y no un cuento chino - y los organizadores que tomaron asistencia antes de la largada y de ese modo se aseguraron que al momento de la llegada no falte ningún nadador (muy prolijo, un alto grado de cuidado para con los nadadores).
Como en todas las carreras de aguas abiertas nos dieron una serie de hitos a tener en cuenta a lo largo del río y ¡allá fuimos! Los caballeros primeros y las damas diez minutos después. Pasamos por debajo del puente nuevo; luego, el río no es tan ancho así que uno va viendo las dos orillas todo el tiempo y los distintos puntos de referencia van apareciendo a medida que uno avanza aguas abajo.
Me hacía ilusión de que sería fácil, ya que era mi segunda vez, conocía algo el río. Tenía que ser una buena carrera - así me lo había propuesto - y durante la charla previa, estuve mirando a las demás nadadoras tratando de adivinar quiénes serían mis contrincantes y encontré como cuatro o cinco, lo cual ponía la cosa un poco difícil. Me tiré al agua y a darle; tuve que parar a acomodar mis antiparras antes de llegar al puente y de ahí en más, nadé, nadé y nadé, sin reparar mucho en las referencias - total por el medio del río vamos bajando y bajando.
Recién después de pasar el barquito amarillo sabía que me estaba acercando y empecé a pispear. Hubo momentos un poco complicados en los que el viento se ponía de frente y el río se encrespaba, dificultando la salida a tomar aire pero fueron un par de tramos - según como van las curvas.
Cuando llegué a la meta, sucedió lo habitual: no podía caminar, estaba re mareada - no importa - como pude llegué a dar mi número y de ahí en más un festín: agua fresca, ¡¡sandía!! ¡¡melón!! y lo de siempre, manzana, banana, naranja; pero esto es mortal y nunca lo había visto antes: ¡DULCE DE BATATA cortado en cubitos! ¡Lo más!
Todo muy expeditivo: al ratito no más, se llevó a cabo la premiación - y esas temibles contrincantes que yo creí haber visto en la largada no fueron tales. Mi querida amiga estaba más feliz que yo con mi desempeño y cuando me llamaron para subir al podio casi me estruja en un abrazo – obvio, nos tomamos una foto juntas.
Luego ofrecieron hamburguesas y choripanes, pero el día estaba espectacular y yo opté por disfrutar del mar y de la playa.
Vale la pena, mucho, mucho. El río es hermoso y la organización impecable.
Gracias.
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