CRONICA DE UN NADADOR CONTRA VIENTO Y MAREA...DE RIO

15 de Enero de 2013
CRONICA DE UN NADADOR CONTRA VIENTO Y MAREA...DE RIO
Un apasionado nadador nos cuenta cómo hizo esta carrera luchando contra las inclemencias del tiempo, del río y de su mente.

 

 imagen Por Carlos Kipisz | ver perfil

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“¿Para qué me anoté en esta carrera?”, fue la pregunta que me vino a la mente cuando sonó el despertador a las 7 a.m. del 02/12/12.
Y lo mismo pensé durante todo el viaje hasta Ramallo junto a mis amigos Yann, el gran conductor del auto; Marcelo, muy cómodo como acompañante; y Hernán y yo re-incómodos en el asiento de atrás por tener en el medio de ambos la sillita de la beba (hija de Yann).
A pesar de esto, disfruté mucho del viaje que apenas llevó 2 horas, durante las cuales fluía mi ferviente deseo de que el río tuviera la corriente tan ponderada por todos los que ya habían hecho la carrera.
Llegamos a Ramallo y mientras recorríamos la ciudad buscando el balneario de concentración, tratábamos de identificar -producto del morbo - la esquina del banco en donde ocurrió la tristemente célebre “Masacre de Ramallo”.

CRONICA DE UN NADADOR CONTRA VIENTO Y MAREA...DE RIO

Una vez ubicado el balneario, nos encontramos con los otros integrantes de nuestro equipo Swimmers y sus acompañantes (17 en total), después nos registramos y nos anotaron el número de competidor en el brazo con un marcador que ya no marcaba sino que laceraba la piel; luego, todos juntos ocupamos una parte del predio con nuestros bolsos, lonas y reposeras, amuchados bajo la sombra de un inmenso árbol, obviamente con vista al río.

La primera sorpresa que recibimos fue la falta de suficientes baños para tanta gente: los organizadores no previeron que los nadadores somos humanos y vamos al baño muchas más veces cuando estamos nerviosos; sólo había dos pequeños baños para mujeres y la misma cantidad para hombres - encima uno tapado ya a la mañana y todos clausurados después del mediodía! Tal vez pensaron que íbamos a nadar con pañales para adultos para lograr mayor flotabilidad pero como organizadores del evento se olvidaron que, al igual que los trajes de neoprene, están prohibidos para evitar la competencia desleal. Como consecuencia, tuvimos que ingeniarnos para que los empleados de seguridad del balneario más próximo nos dejaran utilizar sus baños a escondidas del encargado.

La largada de la carrera se hizo esperar porque según los organizadores debía pasar un barco enorme. El embarque de competidores se hizo a las 14 hs. en vez de a las 12 hs. previstas en el cronograma, extendiendo así mi ayuno más de lo habitual (nunca ingiero alimentos antes de las carreras como hacen todos). Lo bueno fue que el transporte se realizó en cómodos micros y todos nosotros luciendo coquetas ojotas provistas por la organización con la condición de ser devueltas en el lugar de largada.

El viaje hasta este lugar se hizo larguísimo y en mi cabeza merodeaba la idea de si no era que el micro estaba alejándose para hacernos más pesada la carrera.
Desde donde nos dejó el micro, tuvimos que andar no menos de 500 metros por un camino selvático (ahí entendimos la generosidad por las ojotas), hasta que llegamos al río donde la organización había puesto a disposición de los nadadores, árboles frondosos a modo de improvisados baños públicos, además de mucho barro para que pudiéramos hacernos baños de pies y piernas así no nos resultaba agotadora una nueva demora en la largada.

Por fin la carrera se largó y todos nos tiramos al agua para comenzar la aventura de llegar a destino, 8 km más arriba.
Los primeros metros fueron como siempre: con la cabeza afuera para esquivar gente, re-preguntándome “¿para qué me anoté?” y contestándome “hago unos metros más y abandono”; pero esta vez, fue más placentero porque compartí unos 100 metros de nado con mi amiga Virginia que, de la nada, apareció a mi lado - por mi pelada mis amigos me ubican enseguida en el agua lo cual me hace sentir como si fuera una boya!.

Ya en ritmo y comenzando a disfrutar del río empecé a sentir dolor de estómago - producto de haber ingerido mi último alimento a las 7 de la mañana - y después, un dolor en la zona del bazo debajo de la última costilla de lado derecho (¿sería el bazo o serían gases?).
“No importa Charly, seguí, vos podés!”, me gritaba mientras tragaba agua cada vez que abría la boca; y así seguí buscando a lo lejos la casita verde de la que nos habían hablado en la charla previa. Para distraerme recordaba las palabras de nuestro entrenador “para abajo Charly” y trataba de hacer lo que esto significa que no es llegar a la meta haciendo subacuático, eh!.

La casita verde apareció. Me tiré hacia la orilla, tal como nos había dicho el entrenador, y empecé a acelerar cuando de repente un nuevo malestar me sorprendió: un calambre en la mano derecha!. “Nunca me pasó y hoy me pasa”, pensé y agregué con bronca “si a la mano derecha la entreno todos los días en la oficina manejando el mouse!”, “desagradecida!” le grité y tragué más agua.

Mientras iba pasando los barcos grandes anclados, rogaba que no encendieran sus motores para no ser chupado, hasta que divisé las boyas y banderines que señalaban la tan ansiada llegada. “Ya falta poco”, me dije y en ese momento recordé que no iban a estar esperándome 2 de mis amigos que siempre ven mi llegada: Vero, porque es mejor nadadora que yo y estuvo ausente para escribir la crónica de San Pedro; y Hernán, que se encarga de filmar las carreras pero que esta vez nadó y me superó.

Por fin llegué, me paré, me mareé como siempre y caminé por el caminito entre sogas hasta llegar a la señorita que tomó mi chip (ahí pensé “que tarea desagradable!” porque los varones lo llevan dentro de la malla ); luego, otra señorita me puso la medalla de finisher que iba a lucir orgulloso delante de los espectadores. A medida que me hidrataba y me reunía con mis amigos para festejar este nuevo logro, comenzaron los acostumbrados reproches a mí mismo: “¿Por qué tardaste tanto?”, “¿Por qué no aceleraste?” y otros comentarios del mismo tenor, olvidándome que antes y durante la carrera la única pregunta que tenía era “¿para qué me anoté?”.

Pero esto es así pese a haber hecho más de 20 carreras y no creo que cambie en el futuro.
Después vinieron los nervios de la premiación (aunque soy del montón, en mi interior siempre está el deseo de lograr un podio), la alegría por los podios conseguidos por los amigos y el consuelo habitual que me doy, “lo importante es que la hiciste y la terminaste” - que nunca me satisface.

Por todo esto, seguiré torturándome con las inscripciones a las carreras, haciéndolas de la misma forma que hice ésta y apostando a más medallas …de finisher!.

Hasta la próxima!

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